Albert Camus, filósofo y escritor francés del siglo XX, habló de un mundo que él consideraba absurdo y planteó que la única salida razonable y ética pasaba por una rebelión pacífica frente a ese absurdo que parecía quemarle. Dicha rebelión consistía, según creo, en disfrutar de lo poco bello, bueno y verdadero que aún queda en este mundo y en el encuentro auténtico y fraternal con otros seres humanos, comprometiéndose con la reducción de la violencia y el sufrimiento.
Tomando a Camus como punto de partida, para mí el mundo, más que absurdo, es trágico. Puedo asumir que el mundo sea imperfecto, puedo vivir con la angustia que me producen las pequeñas injusticias de a pie de calle, por así decirlo; pero me parece devastador e inaceptable, por ejemplo, que gente como Benjamin Netanyahu no se esté pudriendo ya en la cárcel por una buen temporada, quizá para el resto de su vida. Recibiendo un trato digno en prisión, por supuesto, pero privado de libertad y de poder.
Comienzo este blog o bitácora porque no encuentro una forma más eficaz de desahogarme que escribiendo. Quería un espacio personal para escribir, cuando pueda y como pueda, sin pretensiones, unas veces con ternura y otras veces, dando puñetazos y patadas dialécticas.
Si queréis, tomad asiento y sed bienvenidos. Sentíos en vuestra casa.
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