29 mayo 2025

¿Por qué caminar incluso cuando llueve?

En mi primera entrada de este blog, hablé de la importancia que tiene para mí el pensamiento de Albert Camus. Un encuentro superficial con su obra podría hacernos recelar de su concepto de rebelión contra el absurdo pues, si todo es absurdo, si la vida carece de sentido y está llena de tragedia, ¿por qué hacer algo al respecto? Dejémonos llevar por el nihilismo, no creamos en nada ni nadie, no alberguemos esperanzas.

Sin embargo, conforme profundizo un poco más en las capas de su pensamiento, descubro -o interpreto yo- que quizá no es tanto que la vida sea absurda sino que, muchas veces, somos nosotros quienes nos sentimos absurdos cuando descubrimos que las cosas no son como esperábamos, que nuestros sueños de juventud se desvanecen o que, incluso, nos lamentamos cuando vemos que nuestros esfuerzos parecen no fructificar o que no estuvimos atentos al hecho inexorable de que nos acercábamos al iceberg de la realidad, hemos chocado contra él y ya no hay marcha atrás.

Si a ti -o a usted, como prefiera-, que me honras leyendo estas palabras quizá torpes que brotan cuando aporreo mi ordenador, te pasa como a mí, que no te basta con recurrir al pensamiento mágico consistente en repetirte mantras tales como "todo irá bien" o "todo se arreglará"; ya sabes algo muy importante, y es que no existen soluciones simples, facilonas, a los problemas de la vida -que suelen ser muy complejos y, a veces, ni siquiera poseen solución o no somos capaces de encontrarla-. Sin embargo, tengas muchas o pocas esperanzas, tienes la opción de hacer lo que consideres correcto y sentirte bien contigo mismo por ello. No hay más.

Hará cosa de un mes y medio asistí a un magnífico taller de escritura en el que nos relataron a los asistentes el caso de "La ballena 52", una ballena que emitía su canto a cincuenta y dos hercios, una frecuencia mayor a la práctica totalidad del resto de ballenas y, por ello, estaba condenada a nadar en solitario, ya que no podía comunicarse con ninguna de sus semejantes. Si yo pudiera trasladarle un mensaje a esa ballena, sería el siguiente: "no te voy a engañar, sé perfectamente lo que es tener la tentación muchas veces en mi vida de rendirme cuando me he sentido solo o incomprendido, pero ahora te digo que sigas cantando, que te sientas orgullosa de tu singularidad".

Quiero terminar estas palabras contestando a una pregunta que nadie me ha formulado: ¿por qué he titulado esta bitácora Caminante bajo la lluvia? ¿Por qué caminar incluso cuando llueve, aunque caigan chuzos de punta y me arriesgue a calarme hasta los huesos? Porque voy a alguna parte. Nada ni nadie me garantiza alcanzar mi meta, pero yo sigo caminando. A veces me paro, descanso, tomo aire y prosigo mi camino. Y aunque a veces llore, chille y patalee, cuando retomo la senda que yo considero adecuada me siento bien.

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